miércoles, 30 de marzo de 2011

COMUNICACIÓN Y EMOCIÓN

Etimológicamente comunicación viene del vocablo latino “comunis”, que significa común, y se refiere al concepto de “compartir algo, poner en común”. De allí que comunicar es un fenómeno inherente a la relación entre los seres vivos y su entorno y significa trasmitir ideas y pensamientos con el objeto de “ponerlos en común con el otro”.
Entre otros autores, Serrano denomina comunicación al proceso por el cual, unos seres, unas personas, emisor y receptor(es), asignan significados a unos hechos producidos y, entre ellos, muy especialmente al comportamiento de los otros seres o personas.
Ricci Bitti y Cortesi la definen como “todo pase de informaciones que tenga lugar dentro del sistema, con independencia del medio utilizado para comunicar y del hecho de que los interlocutores tengan o no conciencia de ello”. Esa “independencia (...) del hecho de que los interlocutores tengan o no conciencia de ello” significa que “todo comportamiento humano en un contexto interactivo es siempre un comportamiento significativo” seamos o no conscientes de ello, producto de nuestras intenciones o no deliberadamente, siempre comunicamos, incluso, o quizás más, cuando callamos.
Graham Swift afirma que “nuestro mundo depende del esfuerzo que hacemos para entender a los demás”, pero para entender a los demás es necesario utilizar un código compartido, conocido por los que están comunicándose. El desconocimiento del código con que el otro se comunica limita e imposibilita la posibilidad de comprender lo que el otro quiere expresar. Difícil será que comprenda a un esquimal disertar sobre el clima polar, si no hablo inuktitut.
Pero no es solamente el desconocimiento del código lo que limita la comunicación, pues aunque dos personas no hablen el mismo idioma igual pueden comunicarse, porque toda comunicación tiene relevancia si conecta y estimula ámbitos emocionales que dan relevancia a los contenidos objetivos.
Nuestra sociedad tiende a despreciar las emociones, y sin embargo, vive dominada por ellas.
Las emociones expresan el encuentro entre el mundo que vivimos y nuestra realidad interior, elevan los umbrales de atención e implicación.
Para aprender a comunicarnos debemos aceptar nuestras propias emociones y ser capaces de comprender la de los demás. Y en lugar de una conclusión, un relato:
Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. "¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad", dijo el sabio. "¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!", gritó el Sultán enfurecido. Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: "¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes". Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. El segundo sabio respondió: "Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."

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